Tijuana amaneció con un cielo más oscuro que de costumbre. Una densa capa de humo cubrió la ciudad generada por quince incendios, provocados unos, espontáneos otros, pero todos de temporada. 

La nueva contingencia hizo olvidar por el momento el implacable paso del coronavirus que azota a la ciudad, aunque para muchos el riesgo va disminuyendo. Falso. El semáforo sigue en rojo. 

Como cada año los bomberos no se dieron abasto con tanta quemazón. Igual que los trabajadores de la salud, se hicieron presentes para atender la contingencia. Dos soldados murieron combatiendo el fuego. Los vecinos en algunos lugares se sumaron a la tarea al ver los infructuosos esfuerzos de los apagafuegos. Otros más sólo vieron cómo se consumieron sus pertenencias, patrimonio y esperanzas. 

Y es que Tijuana sigue siendo una ciudad de riesgo. Cuando se secan los cerros, cada vez más poblados, se vuelven pasto fértil para las llamas, cuando llueve se inunda, de vez en cuando la tierra tiembla y se desliza derrumbando todo a su paso. 

Sin duda Tijuana saldrá adelante, siempre lo ha hecho. La gente que llega y se acomoda en la ciudad sabe cómo hacerlo. Los que llegan tendrán que aprenderlo pronto. Hasta la próxima.