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    Morir en San Valentín
    16/02/2014

    Morir en San Valentín

    Decidió morir el día del amor y la amistad. Tal vez lo hizo así para mandar un mensaje a sus seres queridos, tal vez para llamar la atención de las autoridades o simplemente para que el mundo supiera su desgracia. Ya no importa.

    El hombre, joven, bien vestido, de aspecto “normal” identificado como Giancarlo Constancia Sarabia Basurto, escogió la parte más alta de la subestación de la Comisión Federal de Electricidad en la zona Río Tijuana, se subió tempranito, a las cinco de la mañana, ante la descuidada vigilancia de la instalación federal.

    Ya en la cima y sin nadie que pudiera o supiera cómo disuadirlo, el joven de 29 años de edad tuvo tiempo para mostrarse ante la gente que pasaba por ahí, muchos corredores que asisten a la unidad deportiva CREA le echaron una mirada pero continuaron su camino, otros, curiosos, activaron sus teléfonos celulares por si acaso.

    En las poco más de cinco horas que estuvo en lo alto de la estructura, el joven tuvo tiempo de lanzar al aire algunos comentarios y frases sueltas que fueron “cachados” por los medios de comunicación que poco a poco se dieron cita en el lugar. Contó era de Michoacán, que lo habían deportado de Estados Unidos, de lo mal que la estaba pasando en Tijuana, como sucede a los cientos de migrantes, indigentes y adictos que deambulan por la canalización del río cargando a cuestas su fracaso. Habló de su trabajo como vendedor de hamburguesas y hasta de su pasado como “burrero” traficante de drogas. Como muchos otros también quería regresar a la Unión Americana por otra oportunidad.

    Giancarlo logró su propósito y llamó la atención. Su presencia en lo alto de la torre eléctrica, provocó que la CFE cortara la energía, los semáforos se apagaron ante la sorpresa y malestar de los miles de automovilistas que diariamente circulan por esa zona. Decenas de policías, bomberos, rescatistas y hasta soldados se presentaron en el lugar pero nada pudieron o supieron hacer. Todo falló.

    La inclinación suicida de Giancarlo era conocida por médicos del Hospital general. Ya lo había intentado en cuatro ocasiones anteriores saltando de puentes o provocándose lesiones. Ni sus conocidos quisieron ayudar para disuadir al michoacano.

    Eran las 10:20 de la mañana cuando el joven decidió saltar al vacío. El impacto contra el suelo fue brutal. Murió momentos después.

    Una despistada secretaria de una oficina de las miles que operan en la Zona Río, simplemente se quejó por el corte de energía eléctrica que le impidió preparar su café.


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