Los indeseables

Por: Francisco Arzave

Son como fantasmas que se han apoderado de la canalización del río Tijuana. Llevan a cuestas un pasado de alguna forma de ilegalidad adquirida en los Estados Unidos. El fracaso en muchos de ellos hace mella y los sumerge en un hoyo negro que no tiene fondo.

Lejos de su familia y de su mundo conocido son arrojados sin miramientos a una tierra ajena, desconocida, hostil. Tijuana.

Sin un peso en la bolsa ni un lugar donde pasar la noche, cientos de mexicanos acaban cercados por el mundo creado por otros que llegaron primero, el hambre se hace cómplice de cualquier simulación de amistad, las historias son las mismas.

Un taco primero, un lugarcito en alguna compuerta o alcantarilla del canal, una dosis de “cristal” para ahuyentar el hambre, después, limpiar vidrios y tratar de hacer algo para ganar dinero, nadie ayuda y comienza el robo como alternativa de supervivencia.

Los que estuvieron en cárceles o pertenecieron a pandillas en el otro lado llevan ventaja: ellos tienen contactos, llegan a casas, son reclutados por pandillas locales y les piden hacer “jales” para ganarse un lugar.

A diferencia de los otros migrantes aplastados por el fracaso, estos hombres son audaces, conocen el peligro y no temen dar o recibir goles incluso de la policía. Hacen lo que sea para conseguir lo que buscan, igual pueden robar un carro que matar a algún rival del patrón en turno.

La policía no hace distinciones. Los maltrata a todos  por igual. Para los uniformados son escoria social que hay que eliminar. No les dan esperanza de redención.

Con este criterio decenas de policías irrumpieron recientemente en la canalización del río para “limpiar” la zona de indeseables. Brillaron por su ausencia durante el operativo los activistas de derechos humanos públicos y privados, la secretaría de Salud estatal y municipal, desde luego el DIF y muchas otras dependencias y organizaciones que dicen estar pendientes y preocupados por el drama de los deportados.

El operativo fue más vistoso que efectivo, horas más tarde los migrantes regresaron a sus cloacas en el río. Y es que a pesar de que la policía siga desalojándolos y haciéndolos sentir más miserables,  ellos siempre volverán a ocupar esos huecos, muchos viendo al norte y otros simplemente esperando la muerte.