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    Llama CIGA a responsabilidad de empresas
    04/09/2017

     

    Tijuana, B. C., a 3 de septiembre de 2017.- Las empresas deben pensar en el post-consumo y asumir una responsabilidad extendida sobre sus productos, porque parte de su valor de marca tiene que ver con asegurarse de que sus productos, una vez utilizados, no terminen contaminando ríos, mares, cañones o la vía pública.

    Así lo consideró el ingeniero José Carmelo Zavala Álvarez, director del Centro de Innovación y Gestión Ambiental (CIGA), afirmando que a nadie le gusta ver su nombre en la basura, por lo que saber qué pasa después del consumo, después del "ciclo de vida", es algo cada vez más relevante para las empresas, dado que es parte de su valor de marca.

    “Todo fabricante de prestigio o que desee tenerlo debe evitar que su producto, con su nombre, marca y etiqueta, se tire en un arroyo, un río, en la calle o contamine el océano, es como tener anuncios en contra; construir una cadena de valor es la clave de la economía circular, cada vez más empresas se apropian lo que ellas mismas generaron”, dijo.

    Más que responsabilidad extendida, agregó, es responsabilidad completa, como siempre debió haber sido; por distorsión o perversión de mercado se escondieron costos para ser competitivos en precios y ganar "engañando" temporalmente al consumidor, pero los costos ocultos se han evidenciado y, sin responsables individuales directos, deterioran el medio ambiente, el aire, la tierra, el agua de todos.

    “La responsabilidad extendida del fabricante puede iniciar desde el eco-diseño del producto para que ya se considere su manejo post-consumo: facilitar el desmantelamiento o separación de materiales, la re-manufactura y otras operaciones de reprocesamiento; un valor económico marginal que estimule el acopio tras su vida útil y reciclar los materiales”, explicó.

    José Carmelo Zavala Álvarez comentó que los anteriores son conceptos cada vez más generalizados en grandes y pequeños fabricantes, así como en sus cadenas de distribución, dado que el valor de marca tiene un peso conceptual ético-moral, además de que está ligado íntimamente a la sustentabilidad, a la duración y permanencia del negocio.

    Apreciamos y tienen prestigio, afirmó, los productos duraderos, como carros, madera, electrónicos, llantas o muebles, que tienen valor hasta para reconstrucción; hoy los productos que pueden ser asimilados en una economía circular son más apreciados y consumidores responsables patrocinan servicios y productos amigables al medio ambiente.

    “Un caso de éxito para alimentar la esperanza es el aluminio; en torno a él se construyó la cadena de valor con el sistema depósito-reembolso y hoy el 95% del aluminio del mundo se recicla; es más importante el reciclado que la minería primaria, es decir, no es necesario seguir la depredación de la naturaleza si creamos una economía circular para el material; ¿podemos replicar el caso del aluminio? Claro que sí”, sostuvo.

    En el caso de las llantas, opinó que aún no se cierra el ciclo, pues los fabricantes todavía no han sido protagonistas, pero ya están volteando a ver dónde está la llanta que fabricaron, no quieren verla en un arroyo o incendiada y contaminando el aire; muchas marcas tienen serio interés en el manejo post-consumo de sus llantas y, si asumen un rol más protagónico, pronto veremos en las llantas un ejemplo tan virtuoso como el aluminio.

    “Otro ejemplo de tareas en proceso son los plásticos; suele terminar en el océano el valor de marca de los fabricantes de aceite automotriz, de anticongelantes, de líquido de frenos e hidráulicos, así como los envases de alimentos, leche, detergentes, sodas, jugos, etcétera; seguro esa no es una buena estrategia de mercadotecnia”, criticó el director del CIGA.

    El rechazo del ciudadano, finalizó Zavala Álvarez, al ver flotar el nombre de marcas de aceite en un arroyo, esa imagen y ese sentimiento perduran, los registra el inconsciente; la próxima vez tendrá una reacción de rechazo a la imagen, por el daño que vio y que sintió; la respuesta está en la economía circular, en sistemas que estimulen el acopio con un valor económico marginal después del consumo. 


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